lunes, 11 de diciembre de 2006

No hay dictadura buena

NO HAY DICTADURA BUENA







La humillante derrota del equipo cubano de béisbol a manos de los
puertorriqueños es el último acto de una cadena de argumentos probatorios
del desastre socialista. En el deporte se gana o se pierde y el espíritu de
competencia, como esencia del mismo, es premiar al ganador no sólo con la
merecida medalla, sino también con la aceptación de la derrota por parte de
los vencidos. Ese mecanismo es parte consustancial de la sana competencia
deportiva.

Pero cuando una dictadura que acostumbra a usar métodos asimétricos, basa
sus ventajas en las brechas que dejan las libertades adversarias, pierde en
buena lid, el hecho se reviste de un enfoque diferente al que debe tener el
pleno ejercicio del espíritu deportivo. Se desnuda.

Hasta ahora, Cuba había impuesto sus reglas asimétricas de juego. Solamente
competía contra equipos “amateurs”, organizados por los países adversarios
con participación de jóvenes inexpertos y aficionados, mientras la dictadura
siempre estructuró su equipo con profesionales participantes de eventos
nacionales e internacionales, que reciben un salario únicamente por su
calidad deportiva y rendimiento, exactamente igual que en los equipos
profesionales.

El dictador ya no puede imponer más sus reglas de juego asimétricas. La
aceptación inevitable por parte del régimen cubano de las reglas universales
(las selecciones de béisbol se organizan entre los mejores peloteros de cada
país, como se hace con el resto de los deportes) ha tirado de la dictadura
su ventaja asimétrica estratégica. ¡Ahora es cuando es!

Al eliminarse la ventaja que la dictadura cubana siempre guardó para sí, no
en el terreno estrictamente deportivo, sino en el terreno de las reglas
leguleyas de su ventaja estratégica (competencia de profesionales cubanos
contra amateurs del resto del mundo) gana quien es mejor y se ve entonces el
verdadero nivel del deplorable estado del deporte cubano actual.

El atropello deportivo de Puerto Rico sobre Cuba despeja otras incógnitas.
No sólo el deporte cubano languidece al extremo del KO frente a Puerto Rico,
muchas otras áreas de la actividad dentro de la isla, en las que antes
fuimos del ‘pelotón de frente’, también languidecen.

Es el caso de la música popular cubana, en la actualidad francamente en
decadencia. Una música que en la primera mitad del siglo 20 marcó hitos
sucesivos con el danzón, el son, el bolero, el mambo, el chá, chá, chá, hizo
mutis precisamente cuando ‘llegó el Comandante y mandó a parar’. Tuvimos que
irnos a Miami para crear, desde la acera de frente, la salsa.

Sucede con la arquitectura, absolutamente raquítica y repetitiva hace 47
años. Todo lo que se puede admirar en la Habana de hoy fue hecho en los años
40 y 50 del siglo pasado. El primer edificio alto totalmente de hormigón
armado de América Latina; edificios premiados internacionalmente, que aún
hoy son asombro de visitantes, urbanismo de incomparable belleza, avenidas
lindas, hoteles maravillosos. Hoy todo está a la espera de tiempos mejores.

Se repite el panorama con las artes plásticas. Pasó el tiempo de los
Wilfredo Lam, Portocarrero, Amelia Peláez, Mariano, entre otros. La nueva
generación de artistas plásticos se pierde en manifestaciones clandestinas
como el bello mural organizado hace unos años en un muro frente cementerio
de Colón, donde de leía: “el arte a está a un paso del cementerio”.

De la literatura no se puede ni escribir, por la diferencia abismal entre
los autores castristas (más bien castrados) con nuestro pensadores (incluso
comunistas como Nicolás Guillén, cuyo poema “Tengo” ha devenido en documento
protesta) y lógicamente la pléyade de clásicos con Lezama Lima a la cabeza,
generación no superada todavía por la nueva ola de escritores, que si algo
ha hecho ha sido en el exterior, con Zóe Valdés, Reynaldo Arenas, entre
otros.

Sobre el periodismo es muy difícil hablar, por la imposibilidad de comparar
a los escribientes amaestrados y obedientes al partido de hoy --no a su
talento-- en comparación con las glorias cubanas de prensa radial,
televisiva y escrita. Nuestros comunicadores hicieron época en Cuba y
después de su exilio obligado escribieron páginas gloriosas en Argentina,
Venezuela, Puerto Rico, Miami, entre otros sitos que acogieron lo mejor de
nuestro mundo periodístico.

Analizando el terreno profesional sucede algo similar. Nuestros médicos
fueron representantes verdaderos del sacrificio por la vida ajena y no esa
cuadrilla de “caza-pacotilla” de 25 dólares por mes en la que el dictador ha
convertido en nuestros profesionales. Algo similar sucede con nuestros
ingenieros, abogados, maestros: mucha instrucción pero muy poca educación.

Cuba ya no es lo que fue, pero lo será. El desastre pelotero que
presenciamos es el reflejo de un mar de fondo que los cubanos conocemos,
pero que ahora aflora nítidamente para el mundo. Se está acabando la época
en que la dictadura sembraba la duda en la cabeza de los latinoamericanos
arrasando sus equipos deportivos amateurs, sugiriendo la superioridad del
comunismo sobre la sociedad libre. Se acerca la hora de la verdad: No hay
dictadura buena.

Colaboración: Lourdes Pagani

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