lunes, 11 de diciembre de 2006

El islamo-fascimo

El Islamo-fascismo moderno

Conflictos

Publicado el 14.09.2006 12:02
Por George Chaya




El fascismo se distingue de la categoría general de política de extrema derecha por su disponibilidad a desafiar el civismo público y violar abiertamente la ley. Como tal, representa una salida radical de la tradición del ultra-conservadorismo. El segundo pretende preservar las relaciones sociales establecidas a través de la implementación de la ley y el refuerzo de la autoridad.


Pero las organizaciones fascistas de Mussolini o Hitler, en su conquista del poder, no mostraron escrúpulos al romper la paz y repudiar las instituciones parlamentarias y cualquier otra que se opusiera a sus designios; los fascistas empleaban el terror tanto contra la estructura política existente, como contra la sociedad en su conjunto. Es un error de concepción común de las ciencias políticas creer, a modo de aprendices de marxistas, que los fascistas italianos y los Nazis buscaban mantener el orden, proteger a las clases en el poder. Tanto Mussolini como Hitler agitaban contra "el sistema" que gobernaba sus países. Recurrieron a la violencia callejera, los asesinatos y los golpes de estado y atacaron a los italianos y alemanes defensores ordinarios de la élite en el poder, a la que buscaban reemplazar. Esto es una idea importante que nunca debería olvidarse. El fascismo no es simplemente una dictadura difícil.

De manera similar, el islamo-fascismo persigue sus objetivos a través de la alteración violenta, voluntaria, arbitraria y gratuita de la sociedad global, ya sea a través de conspiraciones terroristas o mediante la violación de la paz entre estados. Al-Qaida ha recurrido a la primera alternativa; Hezbollah, al asaltar el norte de Israel, utilizó la segunda. No existen actos de protesta, sino estrategias calculadas para la ventaja política a través de violencia en estado puro. Hezbollah demostró métodos fascistas tanto en su secuestro de soldados israelíes como al iniciar esa acción sin ninguna consideración hacia el gobierno libanés del que forma parte. En la práctica, la democracia libanesa es el mayor enemigo para Hezbollah, mucho más que Israel.

El fascismo descansaba, desde la perspectiva económica, en una clase media resentida y frustrada en sus aspiraciones, y nerviosa acerca de la pérdida de su posición. La clase media italiana se sentía insegura en su status social; la clase media alemana estaba completamente devastada por la derrota del país en la Primera Guerra Mundial. Ambas se enfurecieron de manera irracional por sus dificultades económicas; esta rabia apasionada y sin control fue explotada y canalizada por los acólitos de Mussolini y Hitler. Al-Qaida se apoya en franjas de las clases medias saudí, paquistaní y egipcia que están furiosas por los muchos obstáculos a sus ambiciones, en el estado y en la sociedad. El público de Hezbolá es similar: la creciente clase postergada libanesa chi'íta, que cree ser víctima de discriminación.

El fascismo era imperialista; exigía la expansión de las esferas de influencia alemana e italiana. El islamo-fascismo tiene ambiciones similares; los wahabíes y sus homólogos paquistaníes y egipcios buscan controlar a todos los musulmanes sunníes del mundo, al tiempo que Hezbolá se proyecta como aliado de Siria y de Irán a la hora de establecer el dominio regional.
El fascismo era totalitario; es decir, fomentaba una visión del mundo totalitaria -- una realidad social distinta que separaba a sus seguidores de la sociedad normal. El islamofascismo se compara con el fascismo al imponer una división estricta entre musulmanes y presuntos infieles. Para los radicales sunníes, la práctica del takfir -declarar fuera de la comunidad islámica global o ummah a todos los musulmanes que no suscriban las doctrinas de los wahabíes, los Jama'atíes paquistaníes o la Hermandad Musulmana es una expresión de islamo-fascismo-. Para Hezbollah, la postura de rechazo tajante en la política libanesa -oponiéndose a todos los políticos que pudieran estar a favor de negociación política alguna con Israel- sirve al mismo propósito. El takfir o "excomunión" de los musulmanes ordinarios, al igual que el radicalismo chiíta de Hezbollah, también son importantes como herramientas indispensables y unificadoras del refuerzo de tales movimientos.

El fascismo era paramilitar; en la práctica, las élites militares italiana y alemana eran reticentes a aceptar el monopolio ideológico de los partidos fascistas. Tanto Al-Qaida como Hezbollah son paramilitares.

Personalmente, no creo que estas características sean intrínsecas de algún elemento de la fe del Islam. El islamo-fascismo es una distorsión del Islam, exactamente igual que el fascismo alemán y el italiano representaron perversiones del respetable patriotismo y la intelectualidad en esos países. Nadie argumenta hoy que el Nazismo poseía legitimidad histórica como expresión del nacionalismo alemán; solamente nazis harían tales afirmaciones, para defenderse. De igual manera, los wahabíes y sus aliados argumentan que sus doctrinas son "simplemente Islam". Pero la cultura alemana existía durante siglos, aún existe así, sin someterse a los valores Nazis; el Islam generó una civilización que se extendió por todo el mundo, sobreviviendo con buena salud en muchos países hoy sin wahabismo ni chi'ísmo políticos, ambos de los cuales tienen menos de 500 años.

¿Pero qué hay de esos musulmanes primitivos que afirman que "islamo-fascismo" es un insulto?

La Guardia de Acero fascista de Rumania durante el período entre guerras y en la Segunda Guerra Mundial era explícitamente cristiana -su título oficial era "la Legión del Arcángel Miguel"-;el fascismo cristiano también existe en forma de terrorismo Protestante en el Ulster, y fue visible en el movimiento de los Camisas Azules (católico) activo en el Estado Libre Irlandés durante los años 20 y 30. Tanto la Guardia de Acero como los Camisas Azules atrajeron a intelectuales de renombre; el poeta W.B Yeats es un ejemplo de ello y podrían citarse muchos casos similares. Es también significativo que Omesh no negase –asi mismo- la existencia del "fascismo judío", sin duda porque entre su tribu, el término se dirige contra Israel comúnmente. Israel no es un estado fascista, aunque algunos grupos judíos marginales ultra extremistas podrían describirse así.

Para concluir, afirmo que uno de los debates más oscuros acerca del término, es sintomático de muchas formas de confusión en la vida occidental de hoy. No soy modesto ni soy neutral en la materia. Interpreto como correcto el termino para sindicar con la respectiva claridad a grupos como Al Qaida y Hezbollah y es imposible soslayar que este concepto de islamo-fascismo no es nada nuevo en la intelectualidad árabe, participé en una conferencia debate del filósofo musulmán paquistaní Fazlur Rahmán, fallecido en 1988, que impartió clases durante años en la Universidad de Chicago y era muy normal que Rahman aborde los temas en esta materia citado a estos grupos como "fascistas islámicos" y lo utilizaba para referirse a todos los gobiernos autoritarios de países musulmanes, desde Marruecos a Pakistán.

De igual manera, la violencia practicada por al-Qaida y Hezbollah, y por Saddam Hussein antes de ellos, ha sido distinta de otras expresiones de arabismo reaccionario, simple ideología islamista, o corrupción violenta en el mundo poscolonial. Entre la democracia, los valores civilizados y la religión normal por una parte, y el islamo-fascismo por la otra. No puede faltar el compromiso, la verdad debe ser dicha. Definitivamente debemos comprender que nos encontramos de cara a dos caminos, cuyas alternativas son: la libertad o la opresión.


George Chaya *



*George Chaya es Periodista y Analista Político para Medio Oriente. Es Bachiller en Derecho por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Mundial de la Revolución de los Cedros e integrante del Comité Libanés Internacional. Es autor de diversos artículos y documentos publicados en español, ingles y árabe y escribe regularmente para varios periódicos de Latinoamérica en español e ingles. Fue periodista de Agencias Latinoamericanas como comentarista político para Oriente Medio, cubriendo conflictos en la región, dirige su propio programa de Radio en Latinoamérica y es Director General y Vocero del Bureau de Informaciones Libanesas para América Latina con Oficinas en Beirut y Buenos Aires. Ha participado de conferencias en Universidades de Argentina, Brasil, México, Costa Rica, Chile y Puerto Rico. También en diversas ciudades norteamericanas, entre ellas Miami, San Diego, Palm Beach y Fort Laurderdale; en el Palacio Legislativo de Uruguay y en Panamá. Es Miembro Honorario de La Organización de Soporte a los Derechos Humanos de Paris, Francia, y colaborador activo de Amnesty International y ha sido distinguido por su lucha a favor de los derechos fundamentales en Noviembre de 2005.

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